lunes, 28 de marzo de 2011

El espacio en la narración


EL ESPACIO EN LA NARRACIÓN (APUNTES DE NARRATIVA)
Una vez que hemos hablado del Tiempo, trataremos el elemento narrativo ESPACIO. Pasaremos por alto un aspecto del espacio que podríamos denominar el “espacio escrito”, es decir, la distribución del texto en la página (párrafos, espacios en blanco, capítulos) Aspecto que tiene su importancia y que alcanza un alto grado de protagonismo sobre todo en ciertas vanguardias poéticas que experimentan haciendo dibujos y gráficos con palabras y frases. Aquí nos centraremos en el “espacio narrado”.
Como siempre plantearemos el tema a través de una pregunta/problema narrativo: ¿Cuándo yo, escritor, debo dar cuenta al lector del espacio en el que se desarrolla la acción o se mueven mis personajes?, ¿cómo?, ¿por qué?... Ensayaremos una respuesta a modo de muñecas rusas. Veamos:
1ª.- El espacio escenario. Con este tratamiento del espacio, el escritor pretende que la acción o los personajes no se encuentren en la “nada”. Suele ser meramente informativo y muchas veces mecánico y hasta molesto para el lector (interrumpe la acción, no se liga con la trama, parece un añadido o cuerpo extraño…). No dice más, por ejemplo, que hay una casa, un árbol y una montaña. Es un tratamiento ingenuo e insuficiente (salvo en párrafos de transición o necesidades de verosimilitud o comprensión de las acciones).
Por ejemplo, en nuestra hipotética narración basada en la genial idea de “Chico conoce chica se enamoran y tienen problemas” un tratamiento del espacio como el arriba descrito podría ser de la siguiente manera. Imaginemos que es el comienzo de la narración:
““Caminaban cogidos de la mano por una calle. Se detuvieron frente a una casa.
- Ha sido el día más feliz de mi vida, Enrique – dijo María.
- Y el mío también – contestó él.
Se miraron intensamente a los ojos. María volvió a hablar.
- Tu declaración de amor ha sido maravillosa.
- ¡Uf! La vergüenza que he pasado.
Rieron con ganas. Se hacía de noche. Al cabo de un rato, María dijo:
- ¿Mañana en el mismo sitio?
Enrique asintió. Se besaron largamente, luego María abrió la puerta y entró en la casa. Enrique se encaminó calle abajo a la suya”
Bien, como lectores ¿qué información hemos sacado de la “historia” que se nos va a narrar al leer este comienzo? Podríamos decir, por ejemplo:
- Hay dos personajes: María y Enrique.
- Ha sido el día más feliz de su vida.
- La razón de esta felicidad es que se aman y que se acaban de declarar su amor.
Sin duda, podríamos extraer más datos pero conformémonos por ahora con estos tres.
¿Cómo nos ha transmitido el narrador esta información? El recurso narrativo que ha utilizado principalmente ha sido el DIÁLOGO: la mayoría de los datos de la historia los recibimos de las propias palabras de los personajes. En mucha menor medida, el narrador ha utilizado el recurso de contar ACCIONES, por ejemplo: “Caminaban cogidos de la mano”, “Se detuvieron”, “Se miraron intensamente a los ojos”… ¿Y en cuanto a nuestro tema?: ¿en qué medida o de qué modo ha utilizado el recurso narrativo ESPACIO? Justo es decir que lo ha utilizado en muy escasa medida. Tan sólo hay unas pocas referencias espaciales: “Por la calle”, “frente a una casa”, “se hacía de noche” y “calle abajo”. Vemos, pues, que al narrador no le ha interesado tratar de forma EXPRESIVA el espacio; únicamente nos ha dado unas pocas indicaciones, cuya sola función es no tener a los personajes en medio de nada. “Casa”, “calle”, “la noche caía”, “calle abajo”, a pesar de ser pocos datos, crean al lector un mínimo escenario donde situar a los personajes, sus acciones y su diálogo. Este tipo de tratamiento narrativo del espacio es informativo y lo calificamos de “Espacio escenario”. ¿Es suficiente este tratamiento del espacio? Depende. Por ejemplo, si nos encontráramos en un pasaje de transición puede ser perfectamente adecuado; también lo sería si describir el “lugar” fuese necesario para la comprensión de la acción. Pero si el pasaje fuera importante, cargado de densidad de sentido, este tratamiento del espacio podría ser insuficiente. Supongamos que decidimos que esta parte no es un pasaje de transición sino de importancia para nuestra narración ¿qué hacer?
2ª.- El espacio espejo. Es un tratamiento más profundo del espacio. En él, el espacio opera como espejo de los sentimientos o estado anímico de los personajes. Tiene el posible problema de caer en el tópico o de repetir lo que ya el lector “ve” a través de las acciones, palabras o actitudes de los personajes. Por ejemplo, nuestro personaje está triste y, claro, afuera llueve; o está contento y reluce el sol en todo su esplendor. Sin embargo, existen dos recursos de gran importancia que trabajan esta función de espejo pero a un mayor grado de profundidad. Son el correlato objetivo y subjetivo. Veámoslos:
Tanto el correlato objetivo como el subjetivo son correlatos, es decir, “relatos” que acompañan o discurren paralelos a otro relato – el “principal” que narra las acciones y vicisitudes de los personajes–. Como en todo relato, en ellos habita un conflicto, un argumento, una idea: “dicen” algo. Por tanto, no se limitan a mencionar los rasgos del espacio físico, sino que los organizan en torno a un sentido y una intención. Tienen un carácter más dinámico que estático. El correlato objetivo y subjetivo, como descripciones del mundo exterior, se suelen utilizar para enmarcar, sugerir o mostrar de forma indirecta el mundo interior del personaje.
A.- Correlato objetivo.
La descripción del mundo exterior es objetiva, es decir, se emplea el lenguaje propio, físico, de las cosas: colores, olores, sonidos, formas, volúmenes, dimensiones… Ni la conciencia del narrador, ni la conciencia del personaje deben aparecer. Su finalidad es que el carácter o estado del mundo exterior – que describimos con el lenguaje de la naturaleza – tiña o “caiga” sobre el personaje de forma que nos dé luz o sugiera su estado interno. Pongamos un ejemplo:
“El río estaba a punto de desbordarse. Se abría camino por entre las rocas con violencia, levantando al chocar una gruesa lluvia, un bramido sordo y continuo. Las aguas bajaban espesas y marrones. Aquí y allá troncos, ramas, utensilios rotos de la¬branza flotaban, giraban, se hundían, volvían a aparecer, se en¬redaban en las orillas para, de pronto, seguir su vertiginoso descenso. Juan miró por enésima vez su reloj, atravesó el puente de madera que crujía y temblaba por la embestida de la corriente. Llegó hasta el coche y lo arrancó…”
En este texto la descripción del estado “turbulento” del río, tiñe o cae sobre el personaje y nos sugiere que su estado anímico también es “turbulento”. Observad que la descripción trata de ceñirse siempre al lenguaje físico (gruesa lluvia, bramido sordo y continuo, espesas y marrones…)
B.- Correlato subjetivo.
La descripción del mundo exterior es subjetiva, es decir, está hecha desde el punto de vista o la mirada de alguien. Se utiliza un lenguaje “humano” (sentimientos, valores) y, por lo tanto, aparece la conciencia del personaje o el narrador. Su objetivo es sugerir el estado interno del personaje a través de la forma en que ve y tiñe el mundo exterior. Es, pues, la mirada del personaje sobre el objeto, más que el propio objeto, lo que se nos presenta. Pongamos un ejemplo:
“Juan alcanzó por fin la cumbre. Se acercó al borde del precipicio y contempló el espectáculo que se ofrecía ante su vista. Abajo, en el fondo del valle, el río era una insignificante cinta que serpenteaba entre pequeños recuadros cultivados; las casonas de labranza parecían casitas de muñecas, y a las personas y al ganado apenas se los distinguía, diminutos como hormigas. Frente a él, el circo de montañas se desplegaba macizo y dominante, coronado aún por un manto de nieve inalcanzable; manchas boscosas conquistaban las laderas hasta las mismas paredes de roca; un águila sobrevolaba el abismo, describiendo círculos amplios y majestuosos. Era mediodía y el sol brillaba con todo su poder en lo más alto”.
Aquí toda la descripción está organizada desde la mirada de Juan y el lenguaje empleado es subjetivo. La situación espacial del personaje (él arriba, el mundo habitado abajo); el tratamiento de ese mundo habitado a sus pies (insignificante cinta, casitas de muñecas, diminutos como hormigas) y del paisaje frente a él (macizo y dominante, coronado, manto de nieve inalcanzable, conquistaban, águila, amplios y majestuosos, con todo su poder) nos dan una idea de los pensamientos y sentimientos de Juan. Su mirada tiñe al espacio exterior de jerarquía, poder, superioridad de la soledad en las alturas frente a la pequeñez gregaria del valle, ofreciéndonos un “relato” de su mundo interior
Como juego, podríamos preguntarnos cómo hablarían (“físicamente”) los siguientes escenarios:
- una prisión (¿ecos metálicos, voces lejanas…?)
- una estación de metro (¿bullicio, pitidos…?)
- Un cine (¿voces de la película, toses aisladas…?)
- Un parque (¿canto de pájaros, gritos de juegos de niños…?)
- Una casa vacía, un patio de vecindad, una calle en la noche, un valle solitario…
O podríamos imaginar que paisajes elegiríamos para expresar diversas emociones:
Rabia: (¿río desbordándose?, ¿….?)
Miedo: (¿árboles movidos por el viento?, ¿…..?)
Atormentado: (¿tormenta?, ¿….?)
Plenitud: (¿paisaje soleado, amplio?, ¿….?)
Amor, odio, tristeza, alegría….
O podríamos preguntarnos ¿Qué relación establece con el espacio - cómo lo mira-:
& Un hombre que vuelve, en su vejez, al lugar donde vivió su infancia y su adolescencia?
& Un joven, ambicioso y cobarde, que vive en una ciudad de provincias, trabajando en la panadería heredada de sus padres?
& Un joven, ambicioso, seguro de sí mismo y con pocos escrúpulos, que llega de una ciudad de provincias a Madrid?
& Un emigrante subsahariano que no conoce el español y que llega a Madrid para buscar trabajo?
& Una mujer que, después de asistir al entierro de su marido al que amaba, vuelve a la casa que compraron y arreglaron juntos?
Observemos que a través de la forma en que miran/describen el espacio estos personajes se nos dirá quiénes son, qué buscan, qué temen, cuál es su conflicto…
3ª.- El espacio expresivo. Con este tratamiento el espacio adquiere características de personaje. A través de él, el escritor dice cosas fundamentales que de otra manera no podría decir: añade información, hace avanzar la acción, es parte integrante de la trama y del argumento, en definitiva, construye significado y sentido.
Retomemos nuestra fantasía de que estamos escribiendo una narración que trata sobre la genial idea de “chico conoce chica, se enamoran y tienen problemas”. Volvamos, pues, al texto sobre la tierna despedida de María y Enrique. Cualquier lector afirmaría que este relato que ha empezado a leer va a tratar sobre el amor de María y Enrique. Pero ¿algún lector podría aventurar por lo leído si ese amor va a tener un curso fácil o si, por el contrario, va a estar plagado de dificultades? Nuestra experiencia de lectores nos hará imaginar que algún conflicto ha de surgir pues de otra manera no habría “novela” – como dijera Tolstoi: “Las familias felices no tienen historia” – pero, justo es reconocer, que no hay nada en el texto que apunte en una u otra dirección.
Imaginemos ahora que nosotros como escritores de este texto no hemos quedado contentos con este comienzo de la narración. Queremos transmitir al lector alguna información sobre el futuro de la relación de nuestros enamorados. He aquí un problema narrativo ¿cómo transmitiré esa información? Estamos ante el corazón mismo de la escritura: algo que decir (Idea, sensación, imagen, sentimiento); problema de cómo decirlo; búsqueda de una solución narrativa; toma de decisión; y plasmación lingüística. Pongamos, que decidimos escribir lo siguiente: “Nada sospechaban al despedirse de las muchas dificultades que pronto su amor tendría” La solución que habríamos tomado en este caso utiliza las posibilidades del elemento narrativo TIEMPO y se llama PROLEPSIS: anunciar un hecho futuro. Sin embargo, autocríticos, no nos parece este recurso una buena solución para este caso. Es demasiado facilón y simple: informa más que sugiere, dice más que muestra. Tendremos, pues, que buscar otro recurso que responda mejor a nuestro problema narrativo y a nuestra intención. ¿Cuál?... De pronto, se nos ocurre lo siguiente ¿y si utilizo el elemento narrativo espacio para dar a entender al avisado lector algo sobre el futuro de la relación de María y Enrique?... Ya, muy bien, pero ¿cómo?
Veamos los siguientes textos:
Uno.- “Caminaban cogidos de la mano por una calle amplia y arbolada. El suelo estaba alfombrado de hojas doradas. Se detuvieron frente a una casa.
- Ha sido el día más feliz de mi vida, Enrique – dijo María.
- Y el mío también – contestó él.
Se miraron intensamente a los ojos. Nada se oía salvo los festivos ladridos de un perro y las risas de unos niños. El cielo, aún azul, comenzaba a teñirse de rosados. María volvió a hablar.
- Tu declaración de amor ha sido maravillosa.
- ¡Uf! La vergüenza que he pasado.
Rieron con ganas. Una brisa cálida acariciaba de vez en cuando sus rostros. Al cabo de un rato, María dijo:
- ¿Mañana en el mismo sitio?
Enrique asintió. Se besaron largamente, luego María abrió la puerta y entró en la casa. Enrique se encaminó a la suya”
Dos.- “Caminaban cogidos de la mano por una calle flanqueada por árboles de troncos retorcidos y ramas desnudas. El suelo estaba cubierto de hojas muertas. Se detuvieron frente a una casa.
- Ha sido el día más feliz de mi vida, Enrique – dijo María.
- Y el mío también – contestó él.
Se miraron intensamente a los ojos. Nada se oía salvo los aullidos de un perro y los gritos de unos niños. El cielo, encapotado y gris, se hacía negro con la llegada de la noche. María volvió a hablar.
- Tu declaración de amor ha sido maravillosa.
- ¡Uf! La vergüenza que he pasado.
Rieron con ganas. Una brisa fría golpeaba de vez en cuando sus rostros. Al cabo de un rato, María dijo:
- ¿Mañana en el mismo sitio?
Enrique asintió. Se besaron largamente, luego María abrió la puerta y entró en la casa. Enrique se encaminó a la suya”
Tanto el texto Uno como el Dos reproducen nuestro texto inicial, salvo por unas cuantas frases que incorporan “algo”. Este algo incorporado es un tratamiento más amplio del Espacio. Con una diferencia, en el texto Uno el Espacio es tratado de forma, digamos para entendernos, positiva o alegre (“calle amplia y arbolada”, “El suelo estaba alfombrado de hojas doradas”, “festivos ladridos de un perro y las risas de unos niños”, “El cielo, aún azul, comenzaba a teñirse de rosados”, “Una brisa cálida acariciaba”); mientras que en el texto Dos el tratamiento que se hace del espacio es negativo o triste (“una calle flanqueada por árboles de troncos retorcidos y ramas desnudas”, “El suelo estaba cubierto de hojas muertas”, “los aullidos de un perro y los gritos de unos niños”, “El cielo, encapotado y gris, se hacía negro con la llegada de la noche”, “Una brisa fría golpeaba”). Como en el caso de los correlatos objetivos y subjetivo, estos dos breves tratamientos del espacio que hemos realizado en el texto inicial, tiñen la situación de nuestros dos protagonistas de diferente manera: en Uno, la situación de felicidad de los protagonistas se ve acompañada de un espacio “alegre” que reafirma esa felicidad; en Dos, la situación de felicidad de los protagonistas se ve contrastada por un espacio que nos habla de “tristeza”. Podríamos deducir, pues, que si nosotros estamos interesados en insinuar al lector que la relación de nuestros protagonistas va a tener problemas, el texto Dos parecería venirnos mejor: mientras los dos enamorados, ignorantes de su futuro, disfrutan de su amor, el espacio descrito nos insinúa las futuras “borrascas” que sufrirán.
Pero imaginemos que aún no hemos quedado contentos. Nosotros como escritores no queremos sólo insinuar que la relación de nuestros protagonistas va a tener problemas, queremos también sugerir cuál va a ser la causa de esos problemas. Supongamos que la raíz de los problemas que van a tener nuestros enamorados será la diferencia de clase o status: ella es de familia rica, él de familia pobre. Bien ¿qué hacer para sugerirlo? Volvamos a nuestros textos. Podemos escoger el texto Dos que nos parece más borrascoso, ¿qué le añadimos a través del tratamiento del elemento espacio para dar a entender al lector que la causa de los problemas futuros de nuestros enamorados va a ser la diferencia de clase? Bien, nuestros amados están inmersos en su emociónate y ardoroso diálogo amoroso, el suelo está cubierto de hojas muertas, el cielo encapotado, la brisa fría… entonces junto a esta situación descrita en el texto Dos, podemos describir el lujo y la riqueza del barrio residencial y de la mansión de la chica; luego se despiden, él vuelve a su casa y cuando llega podemos describir su piso de urbanización obrera…
Ellos nos han hablado de su amor; el tratamiento expresivo del espacio nos ha hablado de la diferencia de clase, nos ha dado una información nueva, ha apuntado un problema, ha sugerido un conflicto futuro. El lector, atento, lo capta. El autor ha sabido “mostrar”, no meramente “decir”, dejando hablar al espacio personaje.
Sugerencia: prueba a escribir este último texto ahora referido.
Resumiendo:
- Espacio informativo o escénico: un mero escenario para los personajes. Es insuficiente salvo en pasajes de transición o por necesidades de comprensión de la acción.
- Espacio expresivo: un indicador de datos relacionados con los personajes. El mundo exterior enmarca el mundo interior del personaje, utilizamos la descripción del mundo exterior para reflejar el mundo interno. Esto es: teñimos al personaje con las características del espacio, o, por ejemplo, describiendo al personaje en un palacio, podemos evitar expresar que es noble; o en una cárcel, ya sabemos que es preso...
- Espacio expresivo: un indicador de datos relacionados con la historia narrada. A través de él podemos sugerir o avanzar partes de la trama. La descripción de un lugar peligroso (por ejemplo, un pantano) “avanzará” un suceso trágico que se producirá en ese lugar y más adelante, en nuestra narración.
- Espacio expresivo: un indicador del sentido de nuestra narración. La insistencia en describir espacios cerrados, y la total ausencia de descripciones de espacios abiertos, creará un efecto en el nuestra narración, que junto a otros elementos de la trama, “argumentará” un determinado sentido, por ejemplo: opresión (o, por el contrario, si caracterizamos positivamente los espacios cerrados, seguridad). Sin embargo, la alternancia de espacios cerrados con espacios abiertos, “argumentará”, por ejemplo, sobre una tensión entre opresión/liberación (O, por el contrario: seguridad/exposición).
- La elección de un espacio exige una relación interna y general con la acción desarrollada. El espacio no puede ser circunstancial, sino esencial: es parte de la historia, la trama, el argumento y el sentido.
- Correlato (objetivo o subjetivo) ------- Un personaje ------- ¿Quién es?, ¿qué le pasa?, ¿cuál es su estado anímico?, ¿cuál es su conflicto? --------- Un espacio que lo exprese (Correlato objetivo) --- una mirada del personaje sobre el espacio que lo revele (Correlato subjetivo).
En la próxima entrega trataremos una técnica muy ligada al elemento narrativo espacio y que no hemos parado de mencionar: LA DESCRIPCIÓN.

Ramón Qu

sábado, 5 de marzo de 2011

EL TIEMPO EN LA NARRACIÓN



Vamos a empezar con una definición. Una definición que no trata de ser académica, ni de captar alguna supuesta esencia del objeto definido, sino que sólo pretende incluir en ella todos o la mayor parte de los elementos que componen una narración (literaria, obviaremos el uso de la narración, por ejemplo, en la ciencia histórica) para así facilitar la labor pedagógica que se tratará de realizar a continuación . Sería así:
Narrar es la creación de una voz que, con la intención de producir un sentido y un efecto en el lector, cuenta de forma expresiva y argumentada una historia de ficción centrada en un conflicto(s), situada en un espacio y un tiempo, encarnada en unos personajes y desarrollada a través de acciones entramadas que suponen un cambio.
Los elementos narrativos que podríamos extraer de esta definición serían:
- Voz.
- Intención.
- Sentido.
- Efecto.
- Lector.
- Contar.
- Expresividad.
- Argumento.
- Historia.
- Ficción.
- Conflicto.
- Espacio.
- Tiempo.
- Personajes.
- Acciones.
- Trama.
- Cambio.
Nuestro propósito es ir analizando uno por uno estos elementos. Quede claro que la “individualización” de dichos elementos sólo es válida en el nivel analítico y a efectos pedagógicos, pues, en la “realidad” (Esto es: en el texto) los elementos mencionados siempre se dan en inseparable unidad.

1º.- EL TIEMPO.

A) Tiempo y narrativa.

“¿Qué es, entonces el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé; si quiero explicárselo a quien me lo pregunta, ya no lo sé”, escribía Agustín de Hipona en sus Confesiones. Comentario con el que reflejaba agudamente una paradoja: “sabemos” lo que es el tiempo en cuanto vivencia, dejamos de “saberlo” en cuanto tratamos de expresarlo lingüísticamente. Como experiencia el tiempo lo vivimos a modo de una segunda piel, pero si tratamos de captar su “esencia” a través del lenguaje se torna escurridizo, inaprensible, inefable. Se diría que el lenguaje encuentra sus límites cuando trata sobre el tiempo.
Normalmente, se suelen distinguir dos tipos de tiempo. Un primer tipo respondería a la pregunta “¿qué es el tiempo?”; es el tiempo objetivo, el que estudia la ciencia, el tiempo mensurable, el tiempo del “tic-tac” del reloj, el tiempo absoluto de Newton o el tiempo cuarta dimensión de Einsten. Un segundo tipo respondería a la pregunta “¿qué es lo que sentimos del tiempo?”; es el tiempo subjetivo, el tiempo “experiencial”, el tiempo, por utilizar un palabro, fenomenológico; el tiempo, por ponernos rapsódicos, del “tic-tac” de nuestro corazón.
Cabría proponer un tercer tipo de tiempo. Este tercer tipo respondería a la pregunta ¿qué es lo que nos pasa en el tiempo?, y trataría de unir los dos anteriores, el tiempo objetivo del “calendario” y el tiempo subjetivo de la conciencia. Sería el tiempo como marco, teatro o arena de las acciones humanas; sería el tiempo de la Historia como narración de los hechos pasados; sería el tiempo de nuestras narraciones cotidianas cuando contamos al otro nuestras experiencias; sería también el tiempo de las narraciones que aquí nos interesan: las narraciones como prácticas especializadas “literarias”, más en concreto, la novela, el relato y el cuento.
Una narración es un proceso, y los procesos se dan y son tiempo.
Una narración es un cambio y no hay cambios sin tiempo.
Una narración es una interpretación del tiempo, una “encarnación” del tiempo, una resimbolización de nuestra experiencia temporal (P. Ricoeur)
Una narración está hecha de tiempo: ES tiempo.


B) El tiempo EN la narrativa.

En apartado anterior, hemos hablado de forma breve del “Tiempo y la Narrativa”; en este trataremos sobre el “Tiempo EN la Narrativa”, es decir, de las características y el uso del “elemento narrativo tiempo” en novelas, relatos y cuentos. Analizaremos tres aspectos esenciales: la selección, el orden y la duración.
1º.- Selección.
Imaginemos que tenemos una idea genial para una narración. La idea sería algo así como: “Chica y chico se conocen, se enamoran, tienen problemas y, al final, se casan” Aquí tenemos la sinopsis de una emocionante historia.
En principio, podríamos decir que el recorrido temporal que hace la historia sería desde el día en que se conocen, hasta el día en que se casan. Por supuesto, también podríamos añadir la vida pasada del chico y la chica, con lo que el recorrido temporal total de la historia sería desde el nacimiento de nuestros protagonistas hasta su boda.
Es evidente que no podemos narrar todo este recorrido temporal. De hacerlo, nos encontraríamos en la situación de aquel cuento de Borges, en el que se pretendía hacer un mapa de China tan detallista y preciso que el mapa acabó siendo tan grande como la propia China. Por lo tanto, algunos segmentos del recorrido temporal total de la historia los callaremos, otros los mencionaremos de pasada, otros los trataremos en profundidad. Del recorrido temporal total de la historia, pues, sólo pasarán al texto unos determinados segmentos temporales (por ejemplo, la escena en que el chico y la chica se conocen: una tarde lluviosa, en un bar, se tropiezan en la entrada, los apuntes de ella caen desparramados por el suelo…). Es decir, no vemos obligados a hacer una SELECCIÓN.
Una adecuada selección de los segmentos temporales es fundamental para el buen funcionamiento de la narración (aunque, si está bien tratado, a cualquier segmento temporal se le puede “hacer” adecuado). ¿Cuál es el criterio para dicha selección?
- Seleccionar los segmentos temporales que hagan avanzar la narración en la dirección que tú (escritor) quieres.
- Seleccionar los segmentos temporales más significativos en orden a construir el sentido que tú (escritor) quieres.
Una adecuada selección de segmentos temporales requiere, pues, saber, no sólo los hechos, sucesos, acciones, peripecias… que vamos a contar (historia/trama: chico y chica se conocen, se enamoran, tienen problemas y, al final, se casan), sino también qué queremos contar con esos hechos, sucesos, acciones, peripecias… (argumento/sentido: qué idea del amor, de las relaciones humanas, del otro, de la resistencias de la sociedad a determinadas relaciones etcétera queremos expresar). Una narración no es únicamente lo que PONE – hechos, sucesos, acciones, peripecias… – sino lo que DICE – el sentido que queremos expresar con lo narrado – Por lo tanto, es fundamental saber lo que queremos DECIR con lo que contamos para hacer una adecuada selección de los segmentos temporales – y en realidad para tomar la totalidad de las decisiones narrativas que requiere una narración: punto de vista, caracterización de personajes, tratamiento del espacio etcétera –

2º.- Orden.
Cuando se habla del orden temporal en la “literatura” es típico recurrir a un ejemplo tomado de la Ilíada. Utilizaremos una versión en prosa para facilitar la cuestión. Veamos:
“Canta, oh, diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo, tan funesta, que a los aqueos valió sufrimientos sin cuento y arrojó al Hades a tantas almas valientes de héroes y los hizo presa de los perros y de todas las aves del cielo… Desde el día en que una querella separó al hijo de Atreo, protector de su pueblo, y al divino Aquiles. ¿Cuál de los dioses los incitó a esa querella y batalla? El hijo de Letona y de Zeus. El fue quien, enojado con el rey, hizo al ejército presa de una enfermedad cruel, que iba matando a sus hombres, y ello porque el hijo de Atreo había afrentado a Crises”
¿Cuál es el orden temporal en que son presentados los acontecimientos en EL relato? Podríamos establecerlo de la siguiente manera:
1º.- La cólera de Aquiles.
2º.- Las desgracias de los aqueos.
3º.- La querella entre Aquiles y Agamenón.
4º.- La peste.
5º.- La afrenta a Crises.
Pero ¿cuál es el orden cronológico en que se supone que los acontecimientos “realmente” pasaron?
Exacto: el orden temporal del relato invierte el orden cronológico (5,4,3,1,2). Vemos, pues, que en una narración no estamos obligados a seguir el orden temporal de los hechos, sino que podemos alterarlo, invertirlo, cambiarlo; podemos mezclar presente, pasado y futuro en un tiempo único; podemos recordar, profetizar, saltar del presente al pasado, del pasado al futuro, del futuro volver al presente; podemos continuar la acción, interrumpirla, interpolar esto, reanudar aquello; podemos, en definitiva, romper a discreción el suceder lineal del tiempo.
Así, según el orden temporal que escojamos, nuestra brillante idea de “chica y chico se conocen, se enamoran, tienen problemas y, al final, se casan” podríamos relatarla de varias maneras. Por ejemplo:
- En un orden cronológico lineal y “natural”, empezando por el momento en que se conocen, siguiendo por los “problemas” y acabando en el matrimonio.
- O, empezamos por el momento en que se casan y, luego, vamos retrocediendo en el tiempo.
- O, comenzamos en el “medio” – en uno de los “problemas”, por ejemplo – y avanzamos y retrocedemos en el tiempo a conveniencia.
- O…
Pero, ¿qué orden cronológico escogeremos? La “solución” es tan sencilla de decir, como difícil de realizar: el que más nos convenga para lo que queremos contar. Escribir es tomar decisiones; las decisiones narrativas se toman para resolver problemas; los problemas narrativos nacen del intento de convertir en material lingüístico una idea; la idea es nuestra idea, nuestra intención, lo que queremos contar y decir.
Ejercicio de meditación narrativa: ¿Qué variaciones sufriría nuestro relato dependiendo del comienzo que escogiéramos de los tres expresados más arriba?, ¿qué diferencias más notables habría entre ellos?

Por último, dos métodos (de nombres tremendos) para jugar con el orden temporal:
- Retrospección o analepsis: consiste en incluir en el relato información referida a un acontecimiento ocurrido.
- Prospección o prolepsis: se incluye información referida a un acontecimiento futuro. Se anuncia algo que va a ocurrir.

3º.- Duración.
Si os fijáis, en el acto creativo de llevar una idea al folio en blanco lo que nos van surgiendo son problemas narrativos. Estos problemas narrativos los podemos dar forma de pregunta, desde la más general: ¿cómo plasmo mi idea en palabras?, hasta las más particulares: ¿qué punto de vista escogeré?, ¿qué personajes?, ¿qué acciones?, etcétera. Para responder a estos interrogantes se emplean una serie de recursos narrativos. La elección de un recurso u otro siempre dependerá de lo que queramos contar. Un recurso narrativo, pues, será adecuado cuando coopere junto a otros en la construcción de la intención y sentido que deseamos dar a nuestra narración.
En lo que respecta al elemento narrativo tiempo, ya nos hemos topado con dos interrogantes: ¿qué selección de segmentos temporales haré? y ¿en qué orden aparecerán en el texto? Ahora podemos añadir otro: ¿qué extensión daré a los diferentes segmentos temporales que ya he seleccionado y ordenado? O dicho más en plata: ¿cuántas frases, párrafos o páginas dedicaré a cada segmento temporal? Existen dos posibilidades:
1ª.- La aceleración. Se produce cuando se dedica un segmento breve del texto a un periodo largo de la historia narrada. Recursos principales:
- Narración sumaria: se sintetiza la información.
- Elipsis: se omite parte de la historia. A veces se sugiere mediante indicios. Puede actuar como puente entre dos situaciones o episodios alejados en el tiempo. Cuando es explícita, sus fórmulas suelen ser: “Tres días después”, “Pasaron muchos años”…
2ª.- La desaceleración. Consiste en dedicar un segmento largo del texto a un periodo breve de la historia. Recursos principales:
- La escena: presentación dramatizada de los hechos.
- La pausa: se interrumpe la acción intercalando descripciones.
- La digresión. Es similar a la pausa. Puede ser una reflexión que desvía o detiene la acción.
Si volvemos a nuestra genial idea de “chico y chica se conocen, se enamoran, tienen problemas y al final se casan” las preguntas que nos surge en el aspecto que aquí estamos tratando serían, por ejemplo: ¿Qué extensión daré al momento en que se conocen: breve o larga?, ¿construiré una escena?; ¿qué hacer con los días posteriores al primer encuentro?, ¿emplearé la aceleración recurriendo a sintetizar la información con una narración sumaria: “Fueron tres días de gran inquietud para nuestros héroes…”?, o ¿será mejor una elipsis del tipo se volvieron a ver tres días después?, o ¿debo hacer una descripción más pormenorizada de sus sentimientos, deseos e inquietudes durante tan “procelosos” días?...
Imaginemos que nuestro héroe es empleado de una empresa. Imaginemos que nuestra heroína acaba de entrar a trabajar a la empresa. Imaginemos que el jefe u otro trabajador los presenta. Imaginemos que ese primer encuentro es muy breve, del tipo de: “Fue al mes de su llegada cuando les presentaron. El apretón de manos duraría apenas dos segundos; luego, se separaron y cada uno fue a sus tareas” Aquí la duración del encuentro y la “duración” del texto son prácticamente iguales. Pero nosotros, como escritores, tenemos la posibilidad de “alargar” en el texto esos dos segundos de la “realidad”. Mediante una desaceleración, podemos expandir, profundizar, digamos, verticalmente esos dos segundos. ¿Cómo? Describiendo las manos y la forma en que cada uno la tendió; si el apretón fue fuerte y cálido o, por el contrario, breve y frío; lo que pensaron y sintieron cada uno al entrar en contacto sus manos… ¿Por qué? Porque con la descripción/ampliación de esos dos segundos queremos dar una información que creemos importante sobre los sentimientos de cada uno o sobre sus personalidades o sobre el futuro de esa relación que acaba de dar el primer paso.
Como veis todo lo que aparece en un texto debe estar allí por algo, “haciendo” algo; debe tener una justificación: dar una información nueva, hacer avanzar la acción, ir construyendo el sentido de lo que queremos narrar.

Ramon Qu